El Cristo de Medinaceli es una devoción típicamente madrileña, que se remonta al s. XVII, cuando se trajo a la capital.
Representa a un Ecce Homo, Cristo presentado ante el pueblo después de torturarle. Su mirada representa a la vez un gran sufrimiento y una gran paciencia. En esta escultura de mármol blanco aparece vestido con un ropaje largo, atado con una cuerda y coronado de espinas.